Los saiga, una especie de antílope fácilmente reconocible por su nariz tubular y los curiosos cuernos de sus machos, luchan por sobrevivir. Las cosas se pusieron difíciles con la caída y fragmentación de la Unión Soviética, Y ahora, las enfermedades. Mongolia ha registrado la muerte masiva de unos 900 ejemplares de este animal, que la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza sitúa en «peligro crítico de extinción«
En agosto de 2016 se detectaron entre cabras y ovejas de las estepas de Mongolia los primeros casos de PPR, una enfermedad vírica prima de la peste bovina, que provoca en pequeños rumiantes fiebre alta y depresión, los deja con las defensas bajas y con una alta frecuencia (cerca de un 90% de los casos) los lleva a la muerte. La hipótesis principal es que el contagio llegó de China, país donde esta zoonosis (enfermedad animal) es endémica. Precisamente, la dificultad para controlar los movimientos transfronterizos de animales es uno de los grandes retos en la erradicación de la dolencia, según explica Bouna Diop, secretario del programa conjunto entre la FAO (agencia de la ONU de la alimentación y la agricultura) y la OIE (organización mundial de salud animal) para acabar con esta peste.
Ambas organizaciones, junto con las autoridades mongolas, comenzaron entonces un programa de vacunación que, según estas últimas, alcanzó a más de 11 de los 45 millones de ejemplares de ganado doméstico que hay en el país. Pero a finales de diciembre, se registraron muertes masivas de hasta 900 ejemplares (entre el 10% y el 20% de la población total) de Saiga tatarica mongolica, la subespecie local.